Los mapuches, que también habitaron la zona donde se extiende el caldenal, consideraban al caldén como árbol sagrado. Según Esteban Erize, además de disfrutar su sombra y de resguardarse del viento y el frío, los bosques eran un buen aliado para protegerse de los "huincas" (e incluso no dudaban en incendiarlo cuando se enfrentaban al hombre blanco).
En la época estival, cosechaban las chauchas y hacían "chicha", una bebida alcohólica fermentada.
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